miércoles, 29 de junio de 2011

VET ALO WEB

Ciertas mujeres tenemos también cierta facilidad para interesarnos por los hobbies de la gente que nos importa. Vale que seguro somos pelín positivas aunque nos resulte infinitamente más cómodo pasearnos por la vida con el mejor de nuestros vestidos negros y escotados, pero a la hora de la verdad no podemos evitar querer tener cosas en común con las pocas personas que nos rodean y que de verdad nos importan. Que cada vez son menos. 

Nunca entenderé a esas mujeres que, llegado el fin de semana, tuercen el gesto cuando su chico se emociona ante la posibilidad de dejarse tragar por el sofá por tener jornada deportiva en toda regla. Él pone esa sonrisita de medio lado, ayuda una barbaridad en casa durante toda la mañana del sábado... Hasta mete la taza del desayuno en el lavavajillas sin que tú lo mires con cara de asesina al comprobar que no, que la taza roja no se deja amaestrar y por ahora siempre espera a que tú la recojas. Porque es más que evidente que si a las dos de la tarde sigue en el fregadero es porque a él le importa un bledo verla. Ellos, como tengan sesión deportiva apetecible harán todo lo posible por tenerte contenta para no hacer ni huevo en todo el día. Y lo más inteligente es aprovecharlo. 

Mi casa es el punto de encuentro por excelencia para el visionado de todo partido de fútbol que se precie. Me lié con un futbolero nato. Pero no consumidor de fútbol, no. Con un experto en el maravilloso mundo del deporte rey, que no es lo mismo. Así que, fin de semana sí, fin de semana también, una media de 6 personas ocupan mi pequeño salón provistos de cervezas, patatas fritas, empanadas, paquetes de tabaco y toda parafernalia futbolera que se precie. Vuvuzela incluída, que tengo una. Pero esta repetición sistemática de encontrarnos siempre en mi casa y no en otra viene de que yo participo de la situación con la mejor de mis sonrisas.. Y con el colmillo bien afilado, claro. 

Si yo no hubiera aprendido algo de fútbol no sería la reina del mambo ni siquiera los fines de semana. Siempre hay alguien que se ve en la obligación de ir a por los vasos a la cocina, buscar el aparatito correspondiente para cortar la pizza o el cuchillo apropiado para la tortilla de patatas o el pastel de puerros que yo he cocinado. Ponen las copas, bajan a por hielo, abren más vino o sacan las cervezas... Mientras, yo soy la que está plácidamente sentada en el sillón más cómodo. Que ya me he currado después de seis años lo de marcar territorio y no soy la chacha de nadie, aunque sí la madre de unos cuantos. Y no lo necesito porque mi Canalla sea tan malo; es un bendito gritón más cansino que peligroso, sino porque es un chollo hablar con los hombres de tú a tú. Ninguno de los que me rodean esperan que, además de llevar como nadie los ya mencionados vestidos negros, pueda discutir si el Barça venderá a Thiago solo para hacer caja o si Cesç es sin lugar a dudas el jugador perfecto por edad y por posición para poder relevar el tríangulo Xavi-Iniesta-Messi cuando alguno de los integrantes del medio centro falle por la edad. Y mete goles. 

Si me lo sé; soy lista. Si yo soy el mejor público que tiene Mi Canalla; almaceno todo lo que dice para utilizarlo con mis compañeros cámaras y montadores (lo mejor de esta profesión) y soportar las tediosas coberturas que a menudo padezco. También para poder escapar en más de una reunión de conversaciones espinosas o repetidas porque disipas muchas tensiones sacando a colación el fichaje de De Gea. 

Si los sudores me entran cuando me doy cuenta de que últimamente me intereso por la Fórmula 1...

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