El título de MILF me lo dieron en twitter. Y eso que el acrónimo en cuestión se me resiste todavía y me empeño en conventirlo en "Mother, I Like Fuck you" cuando todo el mundo sabe que no significa eso. Pero casi. Tampoco sé tanto inglés. Simplemente tengo el suficiente morro para hacerme entender cuando hace falta, aunque sea bajo la ducha y mientras me come la boca el angloparlante en cuestión... ¿No he sido capaz de entrevistar a Tom Cruise chapurreando? También fue en twitter donde me arrebataron el título de mamá follable, fue el ínclito @panterasrosas que tuvo la generosidad de corregir mi pésimo inglés y hacerme la apreciación de que por edad, (he cumplido 42), duda muy mucho que ningún adolescente o veintañero quiera tentar a la suerte de acostarse conmigo, que bien podría ser su madre. Si acaso, recalcó, soy una cuarentona potente.
Bien; me vale.
El caso es que a mí, que los jóvenes me ponen cero y me empeño en preguntar la edad al tercer mensaje privado que me manda el primer desconocido con ganas, lo que me gustan son los señores. Sí, los señores. Esos que pasan de los cincuenta más que rondar los treinta. Esos que sus hijos no son enanos como Mi Moco, esos que no tienen que venirse antes de las doce de la noche a hacerle el relevo a la canguro de turno. Esos cuya máxima preocupación con su físico no es la posible tableta de chocolate en la zona abdominal, sino conjuntar una camisa de colorines de Custo Barcelona en tonos verdes con los pantalones que tengan planchados. Y hoy, sólo los grises.
Esos. Me gustan esos.
Con sus canas, sus calvicies y sus barriguitas, si es necesario. Todo un repertorio de machos a los que yo, por definición, les parezco cañón sin pestañear siquiera.
Esos. Me gustan esos.
Con sus canas, sus calvicies y sus barriguitas, si es necesario. Todo un repertorio de machos a los que yo, por definición, les parezco cañón sin pestañear siquiera.
Resulta muy difícil ponerle literatura a la definición de MILF si al teclearlo en Google te sale un repertorio de mujeres con el que no tienes nada que ver.. Máxime cuando encima no eres nada "cougar", que aquí ya sí que tengo delito y semejante osadía me suele costar toda una lista de reproches por parte de mis amigas, que recordemos, son cuatro... Pero es que no puedo; no me sale.
Me pone infinitamente más sentarme encima de un señor mayor de Murcia y creerme la reina de los mares. Sin que ninguno de ustedes lo vean, sólo faltaba. Me gustan los señores mayores porque yo soy mayor. Algo que me gusta mucho y me congratula con la vida. No quiero volver a los veinte aunque fueron divinos y sospecho que no pasaré por quirófano para hacerme ningún retoque; no ya sólo porque no podré pagarlo jamás, sino porque elijo ver el paso de los años en mi cara y en mi cuerpo. Necesito asimilarlo, ¿saben? Sería una tortura tener cara de veinte como envoltorio de una mentalidad de cuarenta. El cuerpo y cara que me acompañan los he moldeado con cada una de mis torturas. Y bendiciones.
Para que no se me olvide lo mucho que me costó llegar hasta aquí.
Para que no se me olvide lo mucho que me costó llegar hasta aquí.
A estos hombres, a los que me tiraría por definición, habría que llamarlos también por su nombre. Ese que define exactamente lo que seríamos capaz de hacerles cualquiera de estas cuarentonas que ya lo ligamos con jovencitos ni falta que nos hace. Un acrónimo igual de cortito y significativo que el de MILF y del que se sintieran orgullosos cuando alguna pendón se lo soltara en twitter.
Hombres con canas, con arrugas de tanto reír, llorar, besar, morder y discutir. Entradas en la frente y patas de gallo alrededor de los ojos de tanto ver a mujeres hasta que dieron conmigo. Padres de hijos, esposos de señoras, con manos más que hartas en desnudar y acariciar que se rindan a mis pies y se vuelvan locos cuando yo les suelte que son unos DILF.
Padres a los que, por supuesto, me follaría.