viernes, 2 de diciembre de 2011

Porno casero

   Mira que somos especialitos a la hora de malear. Creo que es porque ya hemos asumido que se peca con los ojos abiertos. Besar, tocar, morder y follar mientras le ves la cara al que besas, tocas, muerdes y follas. Sostenerle la mirada como si no quisieras perderte ni una sola de sus reacciones a cada uno de los estímulos que tú le profesas, pareciéndole aún más chula de lo que ya es una de por sí.
   
  Todos nos montamos nuestras peliculitas y si no las filmamos no retenemos con la misma intensidad cada uno de los gestos que nos ha regalado nuestro penúltimo polvo. Que ya puestos, mejor que sea diferente del anterior y sorprendentemente innecesario. Vamos, que follamos porque nos apetece. Afortunadamente. Y almacenar buenas imágenes, asumido que somos todos una panda de "vouyeres" empedernidos, solo nos puede reportar gloriosos recuerdos. 
   
   Nunca entenderé a los que follan a oscuras. No conozco a nadie ni recuerdo haber follado a oscuras. Elijo y me eligen  defensores de la luz, los tacones, la banda sonora apropiada y la confianza. Que ya que hemos llegado a la cama no me vengas ahora con prejuicios, por favor. 


   Tampoco me he planteado preguntarme si no será que soy demasiado peliculera. Y siempre tengo que sacar a pasear el personaje. Si es así... bendito personaje. 



  



1 comentario:

  1. Tu entrada me ha recordado a una que escribí yo misma en el blog hace un tiempo y que nunca hubiese existido de haber tenido la habitación completamente a oscuras. La comparto contigo, si quieres:
    Perdí la cuenta de las veces que evoqué ese recuerdo, en el que me mirabas a medio camino entre el deseo y el odio queriéndome decir sin palabras que nunca te dejara marchar. Sonreías como si sólo existiese el presente, una habitación destartalada de adolescente con la música de REM adherida a cada centímetro de la pared, las persianas bajadas protegiéndonos de interrupciones indiscretas, esas sábanas como testigo de nuestra complicidad y un desorden permitido entre las prisas por habernos dejado amar. Te bajaste de la litera, emprendiste un camino con regreso a mis brazos, dispuesto a regalarme otro momento de felicidad mientras yo disfrutaba de tenerte lejos pero demasiado cerca, admiraba tu cuerpo, me quedaba prendada de cada palmo de tu piel y cerraba los ojos intentando convertir ese momento en eterno.

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