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Yo, que soy muy de almacenar fechas, tenía marcado el 31 de mayo en el calendario. Desde noviembre de 2012, que tuve la suerte de que me miraran a la cara y me dijeran "Me gustas". Así, en la primera cita. Con lo que impresiona.
Ni siquiera miramos en un calendario la fecha, la dijimos así, a voleo. Calculando mentalmente cómo podría ser esa espera. Pensándonos cada día, imaginándonos de nuevo frente a frente. Citándonos a decidir qué hacer con nuestras vidas. Si seguir acunados cada uno por separado o buscarnos entre unas sábanas recién estrenadas. Y enredarnos. A ver qué pasa.
Poco más de 6 meses ganándome a pulso la penitencia que me va a caer después de cometer el pecado que estoy dispuesta a perpetrar. Completa. Enterito. De principio a fin. Admitiendo que soy yo la que ha magnificado esta relación; asumido está. No nos vamos a engañar, soy la reina del melodrama.
Anoche recibí su mail. Primero una disculpa por no haber escrito antes, tres líneas escasas en total, finalizando la última frase con un "mucho mejor". Apenas una caricia después de haberme precipitado. Sí, soy así. Bastó que en un mail me pidiera que adelantáramos la fecha, la del 31 de mayo de 2013, para que yo confesara .
Con eso me basta.
Me asaltan mil dudas, le habré dejado de gustar. Se habrá mordido la lengua arrepintiéndose de aquella conversación cargada de proposiciones de lo más deshonestas. Después de horas y horas de cómo, cuándo, dónde y con quién he querido. Permitiéndomelo todo
Sí, todo.
No juzga ni cuestiona que tenga amantes más jóvenes, de esos que esperan a que se apague la luz en el portal para meter la mano debajo de la falda buscando el borde de la braga y acariciar todo lo que deseas que te acaricien. Ni le importa lo más mínimo que me esconda en el mejor espectáculo de sexo del mundo, una habitación con un escenario sobre el que gira una cama mientras se folla disfrazada con la parafernalia elegida. Y los juguetes que quiera. Esposas, cintas de cuero, bodys, consoladores.. Todo.
Mientras ocho desconocidos miran desde sus cabinas.
Masturbándose contigo, por mí. Eso además de pagar 100 € por ese espectáculo totalmente deseado, provocado y disfrutado por los actores. O sea yo.
Todos los amantes que quiera. Todos.
Me lo consiente pero me pide que espere. Que espere más. Y lo dice sin poner fecha. Sin trasladar la respuesta a otro día, sólo que espere. Cediéndome tan sólo ese "mucho más" al que me aferro con las manos y hasta con estas piernas que envejecen fatal pero siguen siendo largas. Para atarlas a la espalda, hincarlas en sábanas y apoyarlas en hombros con las sandalias de tacón en los pies. Y ver entre ellas la cara del que justo un momento antes lamió buscando y encontrando.
Quién puede esperar con semejante panacea. Haciéndome sentir la verdadera persona que quiero ser. Engolosinándome con ese autorretrato perfecto. El que corona este post fotografiado por una mujer, Anastasia Chernyavsky. Y no, no me gusta del todo su trabajo, pero ésta instantánea me fascina. Desnuda, con su bebé en brazos, su hija abrazada a la otra pierna y una gota de leche cayendo del pecho.
Espero; cumpliendo mi penitencia por permitirme vivir del único modo que siempre quise. Porque también estoy de celebración: hoy hace 32 años que hice la Primera Comunión. El cuerpo de Cristo se lució conmigo. Prefiero de siempre las obleas de Salamanca.
Espero; preparándome también para el rechazo.
Espero; preparándome también para el rechazo.
Pongo una única condición: Descarnémonos sin hacernos daño. Es todo lo que nos queda.