sábado, 10 de agosto de 2013

La guerra de todos los veranos.

Réne Gruau

Nos gusta que nos miren. Mucho. Nos chifla que se den cuenta de que entramos en una habitación, detestamos que nos ignoren, nos apasiona que se den la vuelta para corroborar que somos reales. Esa sensación sublime de mantener la mirada de desconocidos, sortear las de los que nos critican, supeditar la de los que nos imaginan. Nos supera. 

Dejamos de mirar cuando nos acostumbramos a lo que vemos. Y a mí me gusta que dejes la luz encendida si tienes previsto meterme mano. 

No me perdería por nada en el mundo confirmar que eres de los que me agarra las caderas cuando me pongo encima de ti. Que tienes las manos grandes, si lo sabré yo. Pero encima quiero ver cómo aprietas los labios, mordiéndote un poco el de abajo y sacando colmillo. Es como en las películas porno; prefiero planos cortos y elegantes de una lengua repasando el sexo perfectamente depilado de la actriz. 

Así entrarás mucho mejor, ¿lo ves? 

De eso se trata: de ver. De que me veas y yo a ti. De que me tengas y tenerte a ti. De querernos como si no hubiera un mañana porque no lo hay. De que no dejes de buscar mi cara cuando tuerzo el gesto al partirme en dos con la repetición de tus embestidas.Todo un compendio de virtudes que aparcamos con nuestras parejas oficiales y que llegado el verano recuperamos con nuestros amantes.

Será por eso, porque nos gusta que nos vean, por lo que yo me he cruzado estas semanas con cierta infidelidad perfectamente paseada. Parejas erráticas que no erróneas. Ya me cuido yo muy mucho de valorar si mejor con sus respectivos o con los amantes de este verano. Y entonces me doy cuenta la de años que hacía que no veía al infiel besando en la calle a sus amores de libro. 

Entramos en los cuarenta revolviendo los mismos armarios pero buscando en diferentes cajones. Los reyes del melodrama.

Nada más excitante que tentar a la suerte de que nos pillen. Ese debe de ser el único motivo por el que yo me cruzo por Chueca con el soldado que va a perecer en el campo de la indiscreción. Porque todos luchamos con las mismas armas. Nos gusta que sean otras manos, no las de siempre, las que nos quitan el vestido y acarician nuestra espalda. Otro olor más amaderado y menos dulce el que deja regueritos invisibles por nuestras corvas. Dedos que tuercen hacia otro cuadrante sorteando la gomilla de la braga, implorando camino libre. Calibramos los nuevos besos reconociéndolos como ajenos. Regalados. Caducos. Besos que no nos pertenecen, que no podremos guardar.
 

Amores de verano de los que no querremos ni acordarnos o como mucho pasarán a engordar una larga lista de pecados de los que no cumpliremos penitencia. Amores furtivos con los que no tenemos prejuicios. Amantes de los que no nos escondemos, el calendario ya echó a quienes nos obligan a disimular. Los que nos ven no importan. Los que nos duelen no ven. Los que presencian envidian. Calorinas batallas que ubican sus tropas apoyándolas en un coche aparcado en cualquier calle, tanques de deseo que separan las piernas, lo justo para que avancen en fila india los batallones que atacan detrás de la oreja, esos que se empeñan en demostrar aún más talante incluso cuando conquistan el bastión.

Y se apoderan de él. Estas batallas están ganadas. No habrá revancha. 

Siempre llegará el mes de septiembre a salvarnos de toda rendición. 







4 comentarios:

  1. Pero qué bien escribes jodía!!!
    Me entran ganas de buscarte para engañar a mi pareja (que no tengo) con la tuya (si la tuvieras),y si no, fingir tb que la tenemos para disfrutar de ése y de otros placeres veraniegos semejantes...
    Y tb en serio: enhorabuena, impregnas lo que escribes de pasión rojo fuerte, y lo que es mejor aún, lo transmites...
    Besos, suerte y adelante

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. Vaya...me quedo con las ganas de saber tu comentario porque, en tu propio blog aparece la temida sentencia: Este comentario ha sido eliminado por el autor.
    Y encima la autora eres tú...
    O sea, q me quedo fantaseando con q tú misma me habías sugerido algo tan interesante y atrevido que hasta has tenido que autocensurártelo.
    A pesar del calor, te seguiré de cerca...

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  4. No, lo eliminé por otro motivo. Pero no recuerdo bien cuál fue, lo siento. Sospecho que porque terminé confesando algo que no debo, ya sabes tú que mis plegarias son otras.
    Pero tómatelo como un halago. Es mucho más divertido.

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