Linda Evangelista por Hemult Newton |
Calibro a los hombres en dos clases bien diferenciadas. Los que me sacan a pasear. Y los que no. Me gustan los primeros, de los segundos me desprendo rapidito.
No pienso entrar a discutir que no necesito que me pasee nadie. A estas alturas de la película tengo poco que guionizar al respecto. Solo que me gusta en numerosas ocasiones acompañar(me) de los imprescindibles con los que hablo, comparto, maleo y tomo el vermú. Con el que toca también se folla. Que nos conocemos...
Que me paseen por todo Madrid resulta imprescindible para que les tenga respeto. Que me luzcan como lo que soy. De lo mejorcito de sus vidas. Eso da puntos. Muchos.
Sácame a pasear esta noche, anda.
Solo tuve un hombre que me luciera nada más que a solas con él. Lo amé de ese modo raro que me da a mí por amar cuando lo hago sin sentirlo pero obligándome a que exista. No es amor. Es obligación. Y una vez que nuestra relación dejó de ser porque sí, porque nos apetecía y queríamos, no quedó otra que hacerlo desaparecer. Al menos de mi vida.
Hace casi ocho años que no lo veo. Bien.
A cambio, irrumpió otro que se tiró un porrón de años agarrándome del culo paseándome por todo Madrid. En vez de pasarme el brazo o darme la mano, a éste le gustaba cerrar bien la mano aprisionando uno de mis cachetes; decirme que le gustaba mi culo así de duro y guiar mis pasos que él quería entaconados.
Me cambiaba aquellos tacones rapidito por cualquiera de los que están debajo de mi cama, de esos que no pisan asfalto. Arrugo las sábanas clavándolos en el colchón, el mismo que vamos a reventar tú y yo.
¿No querías verlos?
Ahora me toca a mí pasearme a mi antojo encima de ti. Así. No me miden tanto las piernas como pensabas, pero puedo anudártelas al cuello mientras me retuerzo. Empieza besándome los dedos de los pies y sube despacio hasta arriba, hasta encabestrarte en mi monte de venus. Me has exhibido por medio centenar de calles, lúcete lamiéndome que soy tu premio.
Te ovacionaré con mis gemidos en cuanto además de comérmelo, me honres con tus dedos. Aquí cada uno chulea donde le da la gana. Yo, prefiero en la cama.
Hay que ser de otra carne para elegir ser la amante que no se exhibe. Y yo la poca carne que como la quiero cruda y aliñada.
Me cambiaba aquellos tacones rapidito por cualquiera de los que están debajo de mi cama, de esos que no pisan asfalto. Arrugo las sábanas clavándolos en el colchón, el mismo que vamos a reventar tú y yo.
¿No querías verlos?
Ahora me toca a mí pasearme a mi antojo encima de ti. Así. No me miden tanto las piernas como pensabas, pero puedo anudártelas al cuello mientras me retuerzo. Empieza besándome los dedos de los pies y sube despacio hasta arriba, hasta encabestrarte en mi monte de venus. Me has exhibido por medio centenar de calles, lúcete lamiéndome que soy tu premio.
Te ovacionaré con mis gemidos en cuanto además de comérmelo, me honres con tus dedos. Aquí cada uno chulea donde le da la gana. Yo, prefiero en la cama.
Hay que ser de otra carne para elegir ser la amante que no se exhibe. Y yo la poca carne que como la quiero cruda y aliñada.
Genial como siempre. Me encanta ese toque de mujer fatal pero a la vez tan vulnerable, es mi sensación. Beso Ce!
ResponderEliminarYa sabes Marco que todo es armadura... Beso grande.
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