Ha llegado un mensaje. No tengo ni que mirar para saber quién es. Ha pasado la medianoche; en mi cama duerme quien quiero que esté y en la suya quien toque. Es jueves; aquí está. El jueves pasado me fui a dormir empapada. No quedó otra que enredarme en las piernas que encontré y deshacer el nudo de ganas que se me quedaron.
- Ya llevo tus bragas.
-¿Ah sí? ¿Cómo son?
- Rosas. Transparentes. Con ribetes en negro y dos lazos pequeños encima de cada muslo. De culotte.
- ¿Si abrieras las piernas vería tu coño?
No, no lo verías. No te voy a dar la satisfacción de que lo tengas todo tan inmediato. A pesar de que esta noche es tuyo aunque no tenga ni idea de dónde estás y espere casi con ansia estos mensajes semanales que me obligan a alargar la velada esperando que encuentres el modo de tocarme a través de cada frase.
- ¿Estás mojada? Tengo mi polla en la mano y empieza a estar dura... Voy a ponerme de rodillas junto a ti.
- Ven. Yo estoy de pie ante ti.
- Quiero oler tu coño. Aquí estoy. Con la nariz hundida en ese pedacito de tela.
- Cuando pasas tu nariz por el clítoris se hincha...
- Voy a darle una palmada. Lo quiero más hinchado. Lo golpeo e inmediatamente lo lamo. Te lo sobo con la lengua, lo estiro con los dedos. Lo tienes rojo y muy mojado.
Cinco mensajes y ya estoy cachonda. Dos años y medio sin faltar ni a una sola de estas citas en las que dejo que me desnude, me sobe, que entre en cada uno de mis agujeros usando y usándolos como él quiera. Como a mí me gusta. Exigiéndole que me describa con detalle qué es lo que hace y no protestar ni cuando se empeña en follarme por todo lo alto. Y lo ancho.
- Quiero que te quites las braguitas y me las metas en la boca. Colócate después a cuatro patas. Ábrete el culo con las manos y enséñame ese agujerito que tanto te cuesta entregar. ¿Cuándo fue la última vez que tuviste una polla ahí?
- Es tuyo...
- Tienes pinta de no hacer un trío desde hace tiempo. La semana que viene vendré con una amiga que le encantará meterte los dedos bien dentro mientras yo te lo como. Pero hoy estoy inmerso en tu culito.
Hace meses que no invito a terceros a mi cama. Y semanas que no entra nadie en ese agujero por el que se abren paso las letras de mi amante. Mis bragas están mojadas, no puedo evitar tocarme con una mano mientras con la otra sostengo el teléfono móvil desde el que me están follando.
Porque ahora mismo, me están follando.
Los dedos de mi amante entran y salen a través de las frases luminosas que me llevan hasta su lado. Siguiendo el ritmo apropiado; el mejor. Ése que escupe en frases certeras y concretas. Sin rodeos, sin medias tintas. Haciendo que siga sus embestidas con la misma devoción que si sudáramos juntos estas sábanas.
Un tío que escribe así sabe hacerme gemir. Es sexo; sexo 2.0. Me vale.
Los dedos de mi amante entran y salen a través de las frases luminosas que me llevan hasta su lado. Siguiendo el ritmo apropiado; el mejor. Ése que escupe en frases certeras y concretas. Sin rodeos, sin medias tintas. Haciendo que siga sus embestidas con la misma devoción que si sudáramos juntos estas sábanas.
Un tío que escribe así sabe hacerme gemir. Es sexo; sexo 2.0. Me vale.