Milo Manara |
Me gustan las noches de los viernes. Se me antojan cuajadas de sorpresas que corroboran la premisa de que acabo el día con más expectativas. Nadie sabe lo que nos deparará el fin de semana. Y yo siempre he deseado reventar las expectativas de cuantos me rodean. Conocidos o por descubrir.
Este viernes va a tener una noche de infieles. Sí, decidido.
Infieles que sucumben ante otras manos arrancándole la ropa, nuevos dedos cuyo grosor no golpea donde siempre ahí adentro. Bocas que muerden donde no tienes marcas, que lamen saliéndose del recorrido. Gemidos cuya cantinela no podrías enmarcar en ninguno de tus recuerdos.
Un falo diferente, un coño que no sea el propio.
Otros. Otras.
Y tú.
Así de sopetón esos son los detalles de la infidelidad. Follar con quien unge con su lengua entre tus piernas carnificándolas. Bienvenida sea la sorpresa de no adivinar cuánto va a tardar en meter también los dedos..
Llevo toda la semana repasando a ver si conozco a alguien que no haya sido infiel alguna vez en su vida. Uno, uno solo. Y a los que les presupongo que no han sucumbido al hechizo de echar un polvo fuera de la pareja, no les ha quedado otra que asumir que la bomba de relojería les explotó en la cara. ¡Boum!
Nos damos de bruces con la infidelidad a los quince años. Había sido el primero que me había metido mano en mi portal. Seis semanas tardó. Seis. Y fue coronar mis pequeñas montañitas y tardar menos de una en enrollarse delante de mi cara con una que era mayor y que no tardaría tanto como yo. Creo recordar que con esa aguantó un par de meses. Nadie dijo que a mí me gustaran los que querían novia.
Perdonar lo que haya que perdonar que lo gestione cada uno a su gusto. Y yo ya lo saben, llevo los cuernos de marca. Será infidelidad acelerarse de más al no distinguir el olor con la que restriegas. Ya verás tú si te pones a descubrir si puedes con todo lo que trae de serie sin haberlo pilotado.
Los viajes de trabajo no merecerían la pena si no fuera porque en alguno amaneces en una habitación dos plantas por encima de la que guarda tu ropa. A nadie le gustan las jornadas laborales en otra ciudad si después de esa ducha sanadora no existiera la posibilidad de que te sorprendieran con sexo redentor. De ése con el que pecamos. Elegimos alejarnos de nuestra vida para montarnos una nueva película. Dándole la parafernalia exacta para que no pase más allá de una muesca en el revólver. A ver si ahora no vamos a poder pecar como manda la santa madre iglesia; aún quedan los que comulgan con ella. Puestos a asumir la existencia de Dios exijo que haya sido él quien inventó el sexo. Ya seré yo la que envenene la manzana y elija quién la muerda. Pobre de Adán si la buena de Eva no le hubiera dejado largarse con ella del Edén aquel. No debía de follar tan mal, de eso estoy segura.
hola, eres Celia Blanco?... no sé como ponerme en contacto contigo?=
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