viernes, 21 de diciembre de 2012

Yo me confieso.

Milo Manara


Yo me confieso de elegir siempre un hombre para contarle mis pecados. Esos que me reportan durante días la satisfacción de haberlos perpetrado. Pecados todos ellos que no debo contar más que a esos hombres de mi vida que pasan por ella para quedarse sin que nos una más que la complicidad.  Hombre ante el que confieso sin pudor, aguantándole la mirada mientras le relato con todo lujo de detalles hasta qué punto he llegado, que seguro que ha sido un poquito menos de dónde él imaginaba y un poquito más de dónde yo estaba dispuesta. Los hombres entienden de pecado; las mujeres intentamos superarlos. 

Y lo logramos. 

No hay mejor público que el masculino para saber la verdadera consecuencia del pecado cometido. Y acostarse con un señor casado seguro que lo es. O eso decían todas las monjas con las que estudié, solteras todas ellas. Por muy delicioso que a mí me parezca... Ese es un pecado de los buenos, de los que dan puntos, de los que me garantizan mi retiro en el averno del que no querré salir jamás. Para así reencontrarme de nuevo con cada uno de los que pecaron conmigo; que al fin y al cabo el contrato lo firmaron ellos y no yo. 

Mis confesionarios son lugares oscuros mucho más cómodos de lo que el Santo Padre podría permitir. En los que pido gintonic sin florituras, que yo soy de Tanqueray y queda el espacio justo para que pueda mi confesor recrearse imaginando qué habrá pasado por la cabeza del perfecto marido al que parezco haberme merendado ¡Slurp! 

Yo, pecadora confieso haberme esmerado en detallar cómo dejé que me lamieran los muslos. El roce de la lengua húmeda consigue erizarme la piel. Claro que sí, los pezones también. Miro al confesor a la cara para saber si realmente hice bien al abrir un poco más las piernas justo en ese instante. Parece como si me diera pudor reconocer que lo único que pido es que me lama entre ellas. A mí, que huelo entera a ámbar. Puede que esta declaración no sea tanto de intenciones como de ambiciones. Necesito saber si sabrán ambos, confesor y pecado, que no tengo ninguna necesidad de que me cambie por su "paquete completo" que incluye un último bebé con pañales. En realidad sólo un hombre puede aconsejarme si hacer un nudo con las piernas alrededor de una cintura desposada y que me la meta hasta bien dentro, puede ser interpretado como algo más que lo que es. A juzgar por lo que he gemido al no reconocer hasta dónde iba a llegar, yo diría que se trata de un buen polvo. Admito haberle acariciado la piel que recoge sus huevos, aunque puede que tenga razón este sacerdote laico, notó perfectamente las uñas. 

-¿Te gusta el color? Rojo puta. 

Trato tan solo de dilucidar si puedo garantizarme independencia emocional a pesar de haberme corrido antes de tiempo. Y nadie como mi confesor para escuchar que no iba a dejar que un hombre casado y con hijos creyera que debía conformarse con alimentar su ego. Si a mí no me tiene que dar de comer. A mí solo me debe follar. Hasta reventar; son unas horas, nada más. Luego quiero que regrese a su hogar, lindo y dulce hogar. Y si me folla así de bien sin encajar las manos en mis teta porque no las conoce, será porque quiere correrse en piel ajena. Ni tan inmaculada, ni tan tersa. Solo  otra. Aunque sería irónico que también su mujer le recorriera la verga parando la lengua en ese borde de carne que la corona. Cerrando la boca y arrastrando los labios.  Despacio. Mojado. Para que solo la punta alcance la garganta apoyada en la lengua. Tendré que confesar que no paré hasta que se corrió. Los pecados jamás se disimulan. No sirve de nada. 

Me confieso ante un hombre. No sé reconocerme si no es ante uno de ellos. Sé que sus penitencias son las únicas que me salvan. 









jueves, 29 de noviembre de 2012

Final de partido

Balón Mundial fútbol Italia 1934

Llenarte la casa de tíos en cada partido de fútbol no es gratuito. Todo lleva un rodaje. Para llegar hasta aquí te tienes que dar cuenta de que el enemigo no es el fútbol. Mereció la pena aprender a buscarle el lado positivo y ser la que abría la casa a quien quisiera verlo aderezado de los mejores comentarios que jamás escucharemos. Para eso está "El Patillas". Un crack. Bastó con que los colegas entendieran que suficiente hacía pagando el Satélite Digital para que ellos trajeran las cervezas y litronas. 

Que no está ningún horno para bollos. 

Aparecen con la tortilla de patatas y, si se estira alguno, lo mismo hasta hay jamón serrano de los de paquete de plástico. La última vez que comisteis cortado a tapas fue en casa de vuestra madre. 

Como para quejarse. 


Me gusta que estén todos por aquí. Como si se les fuera la vida en este partido.  Porque ya se nos va cada vez que miramos los otros partidos, vencedores por mayoría absoluta con el menor numero de votos de la historia de nuestra democracia. 

Fútbol mediocre que consigue los tres puntos. 

Y venga de cervezas y venga de risas. En esta casa el fútbol suma; nunca resta. Somos madridistas, atléticos, culés, deportivistas y hasta cadistas. Pero no gilipollas. 

No quedaba otra que incluir el fútbol en mi vida. Y esperar como agua de mayo el partido del sábado, fuera el que fuera, garantizando la paz interior de cada una de las personas que me importan en esta vida. Incluido el tipo que se ha acostumbrado a que su chica se pasee en verano, en la final de la copa de Europa solo con un camisón si hace calor. El más bonito, cabrona. 

Lo mejor siempre está por llegar después de un buen partido de fútbol. De esos cargados de polémica y rencor, un Real Madrid - Atlético de Madrid como el del sábado. ¡Olé! Me juego las dos manos a que no va a hacer falta siquiera que me calce el tacón oportuno. Hasta descalza consigo que esta noche me toquen el culo. Y solo lo hará el que yo quiera. 

Para que después se la coma entera. Gane o pierda. 

Haré que mi amante olvide esa falta lanzada desde fuera del área que sortea la barrera de los más  altos del equipo contrario. Falta maldita de mitad de partido. Todos agarrándose los huevos; por seguridad. Los del campo y los de mi salón. Encogidas todas las almas. 

Prometo eliminarla de su recuerdo utilizando mi boca. Déjame siquiera que calme el escozor del resultado apoyando la verga en mi lengua y humedeciéndola entera. Ya sé yo que contendrá la respiración exactamente igual que al ver el trallazo del delantero de turno. ¿Otra vez él? Sí, otra vez. Así de soberbio. Y de bueno. Porque mira que es bueno. Tanto como para que  mi aficionado favorito condense en la garganta el grito triunfador, tenso, ese provocado por mis labios alcanzando sus huevos. 

Hasta el final, claro que sí. Que no se diga. Con ese ruido que delata que reboso tanta saliva como que he humedecido mi ropa interior. O puede que más; comprueba. 

Ahora se trata de que me mire a la cara, en vez de perder la mirada frente al televisor. Ya ayudo yo a borrar el recuerdo de la cara del portero del equipo que  no venera. El mismo que se irá para donde mande el Chelsea el año que viene. Voy a hacer todo lo posible por que prefiera mejor mi cara, esta que quiebra el rictus hierático de las vírgenes.  Que no recuerde en toda la semana el brillo en los ojos del cancerbero rival al adivinar por dónde llega el trallazo de la estrella que lanza furioso la falta. 

Casi grita, casi. 

Se levanta del sillón con los puños apretados con la misma furia con la que agarra las sábanas cuando rodeo su capullo hinchado, lamo y relamo. Más. Más. Y otra más. 

Cómo no me va a gustar un buen partido de fútbol si además me encanta consolar al perdedor. Permitiéndole una vez más que solo avise porque quiera correrse donde más le apetezca. Hasta salpicarme; hoy apostó y perdió. Como no le voy a dejar que se quite la espinita clavándomela entera. Si soy yo la que gritó de emoción justo en el minuto 3 del descuento, cuando el colombiano de mi equipo, no del suyo, marcó. 

Imagina ahora, que ya han pasado un par de horas. No hay final dramático de partido que no cure yo.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Cuernos de marca






Llevamos los cuernos incorporados. Así, de serie. Los ponemos y nos los ponen; los escondemos pero detestamos que nos los escondan; los paseamos y permitimos que los paseen. Y todos y cada uno de nosotros somos los mejores estrategas ante un buen ataque de cuernos. Eso lo que más. Un buen ataque de cuernos; qué gustazo... 

Ese momentazo en el que consigues erizarme el vello ahí ante mí, hecho un energúmeno y fuera de ti. Clavándome tus pupilas un pelín dilatadas, que encima soy de las que aguantan la mirada aunque solo sea para comprobar si me miras a la cara o te interesas como todos en el escote. Por si puedes perder algún punto más.. Estás en ello. Y ahí estás despotricando, qué bien me despotrica mi niño. Cómo me demuestra el amor verdadero hecho una verdulera en el salón, increpándome haberse enterado de que le he puesto los cuernos. 

Y encima me lo justificas ascendiendo una mierda de cuernos a traición. Toma ya.. Con dos cojones. Hacerle algo más que ojitos a uno que pasaba por allí o dejarte mecer por ese nuevo descubrimiento en el trabajo pasan a quebrantar nuestra fidelidad y ¿lealtad? ¿Qué entiendes exactamente por lealtad, mi amor? Porque para mí no es ni mucho menos que anoche, si se dio así la luna, tú siguieras a la morena más guapa del garito hasta el cuarto de baño más grande donde el maleo podría cobrar todos los matices imaginables. Llevaba una falda negra hasta la rodilla incapaz de soportar la tensión de las cremalleras; fueran las que fueran. Que hasta a mí se me hubiera bajado hasta el dobladillo de este vestido negro que llevo si me hubiera mirado como te miró a ti. Y como la miraste tú a ella, mi amor. Cómo me excita que me mires así, como a ella. Quizás en vez de esa camisa negra con botones de nácar morados, hubiera elegido una camiseta un poco más neutra. 

Con ese culo puede permitirse el lujo de que todas las miradas se concentren en él. Mira qué culo,eso es lo que entiendo yo por un buen culo, ¿lo ves? 

No te quedó otra que seguir la huella de sus tacones hasta el baño, que lo  mejor del "Jazz Club" es que podéis entrar los dos. Y nadie preguntará si vais a tardar mucho. Todo a su tiempo. Yo hubiera elegido medias de liga negras, como las que me regalaste un día porque sí; bueno, porque sí, no. Porque son perfectas para que yo te la coma esta noche. Con los zapatos apropiados de tacón siempre. Los que enseñan mis uñas pintadas;  hace mucho que no tengo para el "Fire" de Chanel pero éste de Mercadona da muy bien el pego. A que sí. Sus medias eran tupidas y muy apropiadas. Solo espero que sienta la misma debilidad que yo por el modelo que dejan que solo tengas que apartar la braga en la primera embestida con algo que no sean tus dedos. O también con ellos, eso ya lo decides tú. 

En eso no soy caprichosa así que aprovecha. 

No entiendo muy bien a qué viene indignarte tanto por unos cuernos cuando sabes  que todos los que no son tú aún no se han enterado de que me pone cachonda que me muerdan el cuello. Pero con esa carencia entre despacio y parecer que me vas a arrancar un trozo de carne que te sale tan bien. Y notar tu respiración en el inicio de la espalda. ¿Dónde si no? A ti te parecen un ultraje   estas marcas que tengo diminutas y un poco violáceas. Insultantemente equidistantes sobre mis caderas, una en cada una. Y las otras ocho rodeando en sendos grupos de cuatro todo mi perímetro. Sabes que me gustan los hombres con manos grandes. ¿No ves las tuyas? Más me gusta que me agarren mientras me follan. Y a eso pocos se atreven. Ahí me pierdo. 

Miénteme al menos y dime que no pesa menos que yo, que también era de las que les mide la pierna más de un metro nueve... Porque con solo una de ellas  encima de una tuya, el otro taconazo en el suelo y sobre el lavabo sabes que se consigue el equilibrio perfecto para que te dejara entrar, enganchadas las manos a tu cuello.  Pero tú apoyando la mano izquierda en la pared; si lo haces hasta para mear, que dejas caer todo tu peso en esa misma mano cada mañana mientras con la derecha apuntas para que no salpique de más. Por cierto, dos cositas: tienes una mancha ya a la altura de la mano en la que descansas en las meadas y ayer llegaste fino; apuntaste fatal. Dominada la postura con tu entrenamiento diario lograste la perfección en aquel polvo rápido. Que sí, tonto, que se corrió. No estaba tan borracha como para fingir. Y tú follas bien; te lo digo siempre. Follas muy bien. 

Ambos sabemos que el tipo con el que te he puesto los cuernos jamás habría encontrado la canción para que frene cuando me desboco por el pasillo porque no bajaste la basura. Eso nada tiene que ver con que yo quisiera que fueran otras manos y no las tuyas las que me agarraran. No por nada en especial, de verdad. A veces te olvidas de que no basta con decirme que me quieres. Bastaría con que volvieras a tratarme como a esa mujer que puede irse en cualquier momento. Mejor aprovechar ahora. Que aún nos seguimos dando tiempo. 

Deja de montarme el melodrama barato como si yo te hubiera ultrajado que lo único que he hecho ha sido echar un polvo. Y te recuerdo que tú otro. Sabes desde el primer día que el único significado que admito de traición entre tú y yo es pasar más de un día conmigo de los que quieras pasar con ella. Si encima fue sexo sin una pizca de amor es que eres un mierda. Por no haber sido lo suficientemente discreto como para no enterarme jamás. Recuerda que con la última así me dio la risa. 

Ya solo falta que te obceques con que mi infidelidad ha dañado tu honor como si el honor no fuera preguntarte cada mañana al abrir los ojos si quieres seguir amaneciendo en unas sábanas que huelen a ámbar, a ti y a mí. O cambiarlas por otras nuevas. Y tener la honestidad de hacer lo que te respondas; sea lo que sea. Que eso sí que es honrado. Y no venirte a casa con dolor de huevos ni yo con furor uterino. Nosotros somos muy capaces de transformar esa absurda quemazón en una pelea aún más dura pero también más perjudicial que esta cascada de reproches. 

Estoy preparada para hacer de los cuernos toda una marca y lucirla. Simplemente demuestran que sigo en la brecha. Hay que ser la mejor para estar contigo. Y tengo claro que solo me quedo con el bueno. 




jueves, 8 de noviembre de 2012

Uno más en la pandilla


"The Royal Palace" by Isaac Beerman



No me gustan las mujeres más allá de mis cuatro amigas contadas. No me entiendo con ellas ni tengo por qué. Demasiadas veces deseo con todas mis fuerzas no pertenecer a ese género humano a pesar de encabezar, defender y demostrar que las mujeres no solo somos buenas en todo; somos las mejores. Hasta en lo peor. Y ese es el problema. 


Elegí ser del grupo de los chicos pronto. Tan pronto como me percaté de que las hembras usan balas que matan lentamente después de entrar en el cuerpo y rebuscar, desgarrando músculo, tejidos y carne hasta alcanzar el órgano a batir y reventarlo con una explosión que siempre salpica. Y a ser posible con gran dolor, por favor. Aprendí a distanciarme para siempre de ellas cuando me demostraron, es lo único que demuestran cara a cara, que serían capaces de hacérmelas pasar putas. Muy putas. Y les perdí el respeto en cuanto corroboré que ni siquiera ese sufrimiento que profesan tiene un ápice de excitación. Cosas de no permitirse el lujo de dejarse atar en la cama mientras las follan. 

Con lo que a mí me gusta...

Solo una mujer es capaz de mentir, de obviar detalles mínimos de una conversación para cambiar por completo el sentido de la misma. Para tergiversar, manipular y enmierdar. Y luego se vestirán con el hábito de Medea si hace falta para poner a dios por testigo de que ninguno más osará ultrajarlas. Patéticas. Incapaces de ir de frente, de preguntar directamente, de elegir para el duelo que están dispuestas a batir las armas necesarias y elegantes que iguale a los contrincantes. Si hasta para pasearte desnuda por el salón debes aparentar flotar sobre tacones de 15 centímetros aunque vayas descalza. De aguja siempre. 


Mis hombres llegan a casa dando grandes zancadas, me buscan hasta en el cuarto de la lavadora si hace falta, se plantan cerca, bien cerca y mirándome a la cara me llaman "zorra" si ese es el primer insulto que les viene a la cabeza. Y escupen. Escupen toda mi fechoría que en esos momentos les puede parecer una gran cagada, me exigen responsabilidades y podemos enfrascarnos en la mayor de las peleas. De esas que no dejan títere con cabeza. En la que podré casi seguro demostrar mi inocencia si es que de verdad lo soy o bajar la cabeza gacha y reconocerles que sí, que soy tan "zorra" como dicen. Nunca fui de escurrir el bulto. 

De frente. 

Solo entiendo así las peleas, de frente. Para que las reconciliaciones sean igual de salvajes a pesar de no haber aprendido en estos veintitantos años de reventar camas a arreglar mis problemas en ellas, sino a rubricar el armisticio. De esos en los que te enfrascas después de gritar, patalear, sacar todos los trapos sucios que te han llenado el cesto de la ropa con jirones de reproches. Pero que tienen el dulce sabor no ya del perdón, para eso tiene que existir la culpa, sino la golosa sensación de que rendirse tapona la herida sangrante. Con tus besos. Con tus abrazos. Con tu forma de subirme la falda sin que alcancemos la habitación, colocándome de espaldas pero dejándome que me apoye en el alfeizar de la ventana. Ven, sí, así. Muérdeme la nuca al mismo tiempo que gruñes improperios si lo ves necesario. Agárrame las tetas desde mi espalda aunque solo sea para acercarme más a ese empalme que tienes entre las piernas que ya abro yo lo suficiente las mías para que entres y creas que empalándome pago todos mis errores, los tuyos y los del vecino que no nos habla. Haz que me ría y desate el nudo que entre los dos nos hemos amarrado en el alma. Empuja. Quiero que empujes. Quiero que creas que puedes sacármela por la boca en el siguiente empellón aunque solo sea porque te chifla creer que más que polla tienes pollón. Y así, sin quitarme las bragas ratificaré una vez más que no, no quiero tratar con mujeres, no quiero pelear con ellas, no quiero ser una de ellas. 

Prefiero seguir siendo lo que soy. Uno más en la pandilla.


martes, 6 de noviembre de 2012

Mujer mantis


alo4477 (Álex López)



Más allá de cuatro trifulcas en tuiter a cuenta del gobierno, dos mensajes a destiempo en un muro de facebook de amigo compartido y la casualidad de coincidir en un concierto de "Pink Martini" en el que ni siquiera nos saludamos, Óscar era un imperfecto desconocido más de derechas que el grifo del agua fría. Y de estos no tengo manual de instrucciones. Así, ni puta idea ni de tu vida, ni de tu mujer, ni de tus dos hijos, esos que llevas vestidos iguales porque no te atreves a diferenciarlos no vaya a ser que te sorprendan. Qué putada ser gemelo en una familia de derechas, qué putada. 

Me fui con él porque no hay nada que me guste más que hacer caer esas torres tan altas que nada tienen que ver conmigo. Que sí, los macarras que me llegan de serie me gustan por defecto. Cuajaditos de tatuajes, con el verbo encendido y el acento gatuno. Capaces de besarme en los labios sin problema bajo la mirada mitad incrédula, mitad escandalizada, de todas las niñas monas y buenas con las que comparto jornada laboral. Esos sí. Los que cualquiera que me conozca un poco o un mucho ya piensa que me pueden gustar. Y que me gustan. Todo.

No es que necesite muesca alguna en el revólver de mis pecados. Solo necesitas no coger la navaja con la que pueda hacerla. Y yo te dejaré tranquilo. Aburrido, pero tranquilo. Óscar agarró esa  el mismo día que se le ocurrió escribir en un tuit que las tipas como yo merecían que alguno demostrara que ni estaban tan buenas, ni tenían la cara tan dura, ni follaban tan bien. Y claro que no. Claro que no follo tan bien, mucho menos estoy tan buena, pero sí soy caradura. Y tampoco te esperas que sea capaz de montarme encima de ti, pata aquí, pata allá, de forma que no te quede otra que golpearme con tu polla al empalmársete de la impresión. ¿Tu mujer nunca te monta? 

Así os va. 

Óscar siguió mis pasos única y exclusivamente para desmontarme el personaje. Si no de qué iba a meterse en el berenjenal de terminar sin apenas bebérselo y mucho menos comérselo en la misma manifestación en la que yo estaba. Él, que en su perfil de tuiter es de los que se declara, como quien no quiere la cosa y solo al final "Ah, y de derechas". Que alguien le diga por favor que ponga ahí puntos suspensivos y que quite la coma. Que hay que ser paleto. Pues si quería que quedáramos no le quedaba otra; o iba a la manifestación contra los recortes por lo público o yo no quedaba ni de coña. Y tenía excusa, la mejor; si vas a opinar sobre los que nos manifestamos tienes que estar allí. Y luego gritas, protestas, desmontas y hasta vilipendias. Era así, ¿no? Pues aquí. Si quieres pelea; así sea. 

Tres horas después de verlo acongojado porque se vio rodeado de toda nuestra escoria a la que tanto denosta desde el púlpito de su tuiter que apesta a rancio, Óscar y yo estábamos desnudos. Debió de ser por el subidón que da saber que un montón de desconocidos están jugándose la cara, tan fácil de partir por la policía de esta ciudad, defendiendo sus derechos y los de los hijos de pijos como Óscar. Esos que más temprano que tarde no tendrán otra que ir a un hospital público y desearán con todas sus fuerzas que jamás hubieran pasado a ser gestionado por una empresa privada. No vaya a ser que la enfermedad que los arrastra hasta allí no sea la típica gastroenteritis sino una abominable enfermedad de esas que matan. También a los ricos. Y durante toda aquella manifestación en la que lo cité, pude apreciar esa alteración que produce saberse rodeado de personas mucho más tolerantes que él. Y encantadas de verlo allí aunque no gritara contra este gobierno que nos ahoga, luciendo todas las marcas posibles de reunir en una única persona. Reloj incluido. Eso se la pone dura a cualquiera. 

Y Óscar consiguió que yo bajara la guardia. 

"La posada del dragón" es un maravilloso escondite en el que gustosa me pierdo si no te importa danzar conmigo hasta su puerta, subes sin morderme el cuello en las escaleras pero devorándome entera en cuanto cerremos la puerta. Y no precisamente la de emergencia. Esa déjala a mano, que yo siempre me ahorro el "momento camiseta". Después de arañarnos la espalda intentando arrancarnos las vestiduras, ya en pelota picada y justo en el mismo instante en el que yo le mordía la oreja, mi mano buscaba esa verga enhiesta que se corresponde sí o sí con haber llegado a ese momento. Porque es en ese momento en el que yo te monto, sí te monto. Me gusta mirarte a la cara mientras te beso, que yo beso con los ojos abiertos para memorizar quién es el propietario de esos besos, de esos pequeños mordiscos que das enganchándome el labio como queriendo arrastrarlo hasta lo más oscuro de tu garganta. No, no te lo lleves. Pero muérdeme un poco más fuerte. Muérdeme lo justo para que parezca que vas a arrancarme un trocito de carne y hazme creer que lo saborearás cuando yo no esté. Que yo soy muy de no estar después. 

Qué más hubiese querido. 

Es mucho más honesto no enredar la madeja hasta ese punto de no encontrar las agujas con las que tejemos el jersey. Total, si nunca más se lo iba a pedir prestado. O al menos confesar que solo imaginar a su mujer junto a aquella cama que tan dispuesta estaba yo en reventar a caderazos, lo bloqueaba por completo. Pero aquella polla que era pollita no por su tamaño sino por su acongoje, me hizo sentirme como una mantis religiosa que acojona a sus amantes y  devora a dentelladas mientras consigue alcanzar el orgasmo. Y por los ojos abiertos como platos incapaces de ubicarme, montada encima de él,  el listo, farruco y facha de Óscar, debió de creer que iba a arrancarle la cabeza y cenármela en ese hotelito de a 85 € el polvo. 

Mucho menos si crees que tu poca honestidad puede hacerme desearte siquiera por haber leído a Ortega y Gasset por encima de tus posibilidades. Yo sí que sé la diferencia entre enamorado y objeto de amor. Y tú, ni lo uno ni lo otro. Las mantis no comemos cabezas de otros insectos que no sean de nuestra especie. Las mantis cuando follamos queremos el trofeo más preciado, el más grande, el más sabroso. El de los tíos a los que no hay ni que indicarles el camino hacia la muerte placentera de fenecer entre mis piernas. Los mismos que cuando les arrancamos la cabeza, son capaces de mirarnos a los ojos y decirnos "Mira que me gustan las rojas de mierda". 




miércoles, 31 de octubre de 2012

Honrarás a tus muertos










Las noches de Halloween son como son. Ásperas. De esas que te mueres a reír por la ridiculez del momento, sea el que sea, pero que te escupen en la cara que tampoco puedes escapar. Viniste solita. De ti depende que te vayas acompañada. 


A mí siempre me da por desacralizar todo cuanto cae en mis manos, por muy inocente que sea. Ya me gustaría a mí mantener esa capacidad de idealizar de vez en cuando algo para al menos permitirme el lujo de disfrutarlo. Enterito. De principio a fin. Pero no. Por eso tienen que revolverme las entrañas una noche de Halloween para que yo pueda disfrutar del placer de disfrazarme de bruja puta, que no de puta bruja. O regalarme un día de todos los santos glorioso. Cargado de pecados

Para mí el día de todos los santos pasó de ser una festividad tétrica en la que la costumbre y el qué dirán obligaba a visitar los cementerios, a ser un día en el que lo más importante pudiera ser dónde empezar a lamer una cicatriz. Que todos tenemos alguna. Y ésta es la noche idónea para descuartizar la cama de un desconocido o repudiar al penúltimo fantasma que se te aparezca. Al fin y al cabo si elijo a mis amantes quiero resucitar solo a los que me apetezca. 

Y yo tengo uno desde hace nueve años. 

Mi fantasma no me da miedo, ni me quita el sueño. Solo aparece el 1 de noviembre de cada año, me quita el disfraz a mordiscos, me mira a la cara y me dice "Tana, ¿vas a resucitarme todos los años?" Y yo sé que sí, claro que sí. Lo sacaré de la misma tumba si hace falta solo para recuperar aquella gloriosa tarde en la que me ató a la pata de su cama para celebrar la festividad de todos los santos poniéndome a mí a cuatro patas. Sin dejarme mover las muñecas pegadas al cabecero, los tobillos atados y la cara pegada a su almohada. Mordiéndome justo donde la nuca se convierte en trapecio y resoplándome en mitad de la espalda. Y empujando, claro. Toda esta parafernalia solo se justifica si viene acompañada de embestidas de aquel calibre que me hace bufar. Sí, bufo. Levanto el labio retorciéndolo hacia la nariz siempre del lado izquierdo, enseñando colmillo y entreabriendo la boca para emitir un bufido perfectamente nítido. El mismo que consiguió que no le quedara otra que seguir, permitiéndome eso sí,  sentirme poderosa a pesar de su superioridad (¡ainss!) al notar cómo se corría. Porque conmigo, ahí y así, no se podía aguantar. 

Ni falta que hace. 

¿Merece o no la pena honrar de vez en cuando a los muertos? Si total, después vuelven todos a su tumba. 





jueves, 4 de octubre de 2012

Qué más quisiéramos







Si yo estuviera más buena sería insoportable. Lo que me faltaba ya a mí.  Un culo respingón, incluso ubicado entre mis generosas caderas que por supuesto superan el metro. Carecer de esas mollillas que unen los brazos al cuerpo justo debajo de la axila. Sí, ésta y ésta, mira; si se ven en todas las fotos en las que llevo tirantes, que por eso gasto pocos. Sin tripa. Sin nada de tripa. El sueño de cualquiera. Que no es que tenga mucha, pero que agradezco todos los días de mi vida haber hecho ballet hasta los 16. Que al menos sé tensarla y ubicarla perfectamente para que parezca que no tengo. Y ponerme esos vestidos que tanto te gustan. El negro ajustado con el escote cruzado con el que fui a los premios del Ejército del Aire sobre unos tacones azul petróleo de 11 centímetros. ¿A que parece que no tengo tripa? Pues ahí está. 

Tranquilo, en cuanto echemos tres polvos seguidos la descubrirás. 

Como que también ronco. Nada grave. Vegetaciones, tabique pelín desviado dan como resultado que ronque. Te acostumbrarás; siempre me salva que me gustan los tíos que roncan. Como los que no se depilan pero sí se recortan. Ésos, sí. Tú. 

Y los dientes. Blancos sí, bastante bien alineados pero pequeños. Muy pequeños. Con este pedazo de boca en la que además de caberme el puño me cabe tu polla entera, como mínimo debería tener unos dientes acordes. Más grandes. Un poco. Pues no. Me los he limado desde niña todas las noches de mi vida con ese rechinar debilucho pero constante que cuando discutamos te sacará de quicio. Y ya te aviso que después de una bronca conmigo el único que no va a dormir eres tú. Yo me desahogaré cagándome en tu puta madre, llorando desgarrándome el alma si es necesario. Y me daré media vuelta y me dormiré. 

Tú no. 


Imagínate todo esto y encima tener lomo. De esos que te das la vuelta a mirar porque no quieres perder detalle. Con mis dimensiones si quieres, pero con el producto perfeccionado. Niquelao. Sería insoportable. Así que te hice un favor desde mucho antes de conocerte y me empeñé en esconderme toda mi infancia, adolescencia y juventud en una Tana que no quería serlo, que no quería verlo, que no podía vivirlo. Es más fácil el melodrama. Sufrir. Ensayé todos los llantos posibles hasta conseguir la perfección; gracias a eso cuando discutamos deshago el nudo que se me queda en el pecho al pelear con el hombre al que amo en ese momento. Y afortunadamente he amado a varios. Tú eres el que no puede dormir; yo ya saldé cuentas. 

Y aunque eso no quiera decir ni mucho menos que no me gustaría estar tan buena como Megan Fox, que mira que está buena, me conformo con lo que hay. Y a ti no te va a quedar otra. 

Porque ni tú ni yo nos vamos a tirar a la Fox, aunque lo de zorra le saliera más allá del apellido. Qué más quisiéramos. 










jueves, 13 de septiembre de 2012

"Tana, ¿tú te has acostado con una mujer?"


Muchos hombres se preguntan si me he acostado con una mujer. Deben de mezclar la curiosidad con la excitación que les provoca imaginar a dos mujeres en la cama. Que les chifla. Y soy carne fácil en temas de imaginarme; demasiadas veces solo soy eso: imaginaciones. Así que, en cuanto tomamos confianza, nos bebemos dos vinos y nos contamos algún amante sorprendente (sí, he tenido amantes que provocarían la extrañeza hasta del más crédulo), al final siempre formulan la frase: "Tana, ¿tú te has acostado con una mujer?"

A ver qué contestas. 

Por un lado me encanta cumplir todas y cada una de las expectativas de la mayoría que me rodean, sobre todo si hablamos de camas y porque somos de envidiar todos y cada uno de esos polvos extras que puntúan doble. Pero también sé que si mi interlocutor me hace esa pregunta es que ya me ha imaginado con los tacones encima de sus hombros. Y no siempre me apetece imaginarlo a mí también. 

A mí sin embargo me excita bastante poco dos de mis amantes follándose como locos mientras yo miro. No me pone nada. Lo mismo que verme con dos tíos en mi cama; la doble penetración ¡no! Si se entretiene el segundo con otras partes de mi cuerpo todavía, pero los dos a la vez ni de coña. Duele solo pensarlo. 

Por eso disfruto con la pregunta común que también alimenta mi ego: "Tana, ¿tú te has acostado con una mujer?" Que soy de las que piensan que nunca se debe preguntar aquello que no estés preparado para escuchar. Y en este caso la respuesta bien podría ser justo la que más esperas. Si te lo ganas te daré todo lujo de detalles. ¿Hecho?

martes, 4 de septiembre de 2012

Nunca fuimos una generación para nadie





Yo siempre he sido muy de elegir la opción B. Sí, la inapropiada. La que te estallaba en la cara porque no podía ser otra. A ver si no de qué vas y te enrollas con el adjunto al profesor de Teoría de la Comunicación justo el año después de que te examine y cuando ya has aprobado la asignatura. Pues yo soy de esas. De las que se sienten una mujer Honky Tonk solo porque escucha ese tema la noche que le dicen que sus nódulos en el tiroides empiezan a volatilizarse. Uno engorda pero otros dos se piran. A Parla a mamarla. De las que les viene la regla cuando han quedado con el pirado de tuiter que le escribe guarradas en los mensajes privados. Y la ponen irremediablemente cachonda... 

De esas. 


Pedro Bravo debió de estudiar periodismo conmigo en la Facultad de CC. de la Infromación de la Complutense. Pertenezco a esa selecta promoción que tuvo que reinventase porque estábamos un pelín saturados de la ejemplaridad de la Movida. Que sí, que fue estupenda, pero qué pereza dais todos sus integrantes cuando aleccionáis con aquellas vivencias tan productivas. Tardamos más en conocer los beneplácitos de las drogas sintéticas, sí. Pero todos follamos en aquel parking los sábados de cursos enteros. Pedro Bravo debió follar lo suyo. Nunca conmigo, lo juro. 

Ni yo llamaba tanto la atención como para que se fijara en mí, ni él era lo suficientemente alto como para que yo me percatara de su existencia. Todos tenemos nuestros prejuicios y para mí los bajitos empezaron a existir cuando rondaba los 35.. ¡Antes ni muerta! Pero ambos hicimos más o menos lo mismo: creernos tan listos como para escapar de nuestros errores. Supeditar la cordura para que después pagáramos las consecuencias. Y a veces, con creces. Yo tuve un Rufino que me partió la cara y él debió de tener un Sandín que lo jodió vivo. Por eso aprendimos a sobrevivir a todo; siempre elegimos la opción B. 


sábado, 1 de septiembre de 2012

Vecinos




Me hubiera encantado poder seguir viviendo en el centro cuando nació mi hijo. Me gusta Madrid precisamente por esa fuente de anonimato que irradia, por esa insolencia perpetua que te da que todos te ignoren. Solo en ese momento puedes sentirte alguien, cuando nadie cree que lo eres. Nos cambiamos a una urbanización con 14 portales con 27 familias cada uno de esos portales porque no teníamos espacio y sobre todo porque la casa en la que vivimos nos sale bien barata y ésa es una de las ventajas de tener familia política. 

No contábamos con los vecinos, claro. No contábamos con que a más de uno y a más de dos, les íbamos a chirriar, porque no queda otra que dar dentera si no cumples los requisitos que exige esta nuestra comunidad. Cualquier guionista que se precie debería pasar una temporada en una de estas colmenas humanas. 

También me hubiera gustado que hubieran sido más originales. Ponerme a parir porque no bajo a la piscina o porque mi hijo va a un colegio público es demasiado fácil. Me gusta más cuando lo hacen porque me ven salir de mi casa con mis mejores tacones un martes a las 8 de la tarde y con intención de volver a las mil. Aunque mañana tenga que trabajar, que para eso no patino en ninguna de mis salidas. Pero claro, no me queda otra que darles la razón cuando se me presenta mi vecino Alberto, con sus dos hijos de corta edad y su mujer, para decirme que me retiran el saludo a mí y a los míos porque no soportan que sea tan ruidosa. 

Lo soy. Soy ruidosa. 


Estridente, gritona, visceral y pestiño seguro. Educada a rabiar, pero ruidosa. Y encima alquilada. Algo que se paga caro. Que dejé de bajar a la piscina el día que un respetable padre de familia soltó como el mayor de los insultos "un alquilado de mierda" al referirse al pobre chaval con el que comparte descansillo. ¿Su delito? Había llegado a las dos de la madrugada dándose besos con otro hombre. Y fijo que también fueron ruidosos. 

Pero claro, entiendo no cuadrar en la mentalidad de todos aquellos que juzgan, condenan y ajustician en mitad del patio de vecinos a todos aquellos que hacemos ruido viendo a nuestro equipo ganar, perder o empatar. Mucho más si encima nos cruzamos con ellos una mañana a la misma hora que ellos salen un domingo con sus hijos para ir a misa. 

Y así me crucé yo a Alberto nada más llegar a esta urbanización, a las 9 menos cuarto de la mañana, embarazadísima y con los labios tatuados de rojo puta. 



viernes, 24 de agosto de 2012

Asfixia




Sospecho que alguien está jugando con fuego. Y no miro a ninguna. Basta que llame Mamen pidiendo a gritos una quedada para que yo sepa que mi Cuqui está tristona. Cuqui. Nunca entenderé cómo una mujer tan inteligente como ella se endosó un mote tan ridículo. Pero a ella le queda todo bien. Hasta tener mote de perrita chihuahua. Así que por esa regla de tres sé que alguna está enredando en pantalones que no son los que están tirados junto a su cama.


Y somos sofisticadas. En esta panda somos sofisticadas. Tanto como para intentar superarnos en cada nueva conquista. Si el de hace tres años era un publicista fantástico que moría por nuestros huesitos y se comportaba casi como el mejor de los cómplices... ¡Zas! Nos liamos con el profesor de universidad. O con el marido de nuestra compañera de curro. Tenemos madeja a la vista. Hay eso sí, que catalogarlas. Todo depende de con qué te castigaras la noche del último viernes. Si fue con gintonic no hay problema. Lo jodido va a ser como fuera con chocolate, horchata, cacachuetes dulces o regaliz rojo. Entonces olvídate. Y eso conlleva la caída de nuestro imperio romano. Cuando una de nosotras se entretiene de más en un cuarto de baño no se está metiendo un tiro; está maleando. Por WhatsApp y en silencio. 



Si comprueba cada dos por tres si él está "En línea"o "Escribiendo" ni te cuento. Puede que tengamos sesión doble de palomitas. 



Lo bueno es entender que si no fuera así no merecería la pena. Nada de nada. Cada vez hay menos dinero, más deudas y el gobierno nos arrincona mientras nosotros discutimos si debemos conocer o no los bienes de nuestros políticos. Aún lo discutimos. ¿Cuál es el resultado? Asfixia se llama. 






lunes, 20 de agosto de 2012

A mí, que me dibuje Manara


Yo quiero ser "Miel" y que me dibuje Milo Manara. Sí, "Miel". No ha habido una reportera de televisión más sensual, excitante, profesional y deslenguada que ella. "Miel", la de "Cámara indiscreta", la de "El perfume de lo invisible", la de la melena rizada al viento, las tetas grandes y perfectas, patilarga y con el monte de venus más bonito del Universo. Sí, ésa. La que además de todo eso se folla todo lo que le viene en gana. Todo. 

Y claro, ¿quién querría perdérselo?

Pero una cuestión estúpida, infantil y con más pilares religiosos que la Capilla Sixtina, nos lleva a defender de un modo u otro la fidelidad. Sí, la fidelidad. http://lema.rae.es/drae/?val=fidelidad La "observancia de la fe que alguien le debe  a una persona". Tócate los cojones. La fe, que ya de por sí es absurda, no solo nos la endosan para justificar las religiones, sino que además quieren meterlas en mi cama. Para encima no follar, que es lo que más me jode... Somos fieles. Tenemos que ser fieles. ¡Debemos ser fieles! Y encima lo sitúan al lado de lealtad, que nada tiene que ver. 

Aunque "Miel", que yo sepa, no tiene pareja. Hace lo que le viene en gana pero tampoco se convierte en la infiel religiosa, marital y sexual de nadie. Y  eso son todo ventajas. Sobre todo porque se ahorra la infinidad de razones, ninguna consistente por cierto, de los parabienes de la fidelidad que serán capaces de gritarte hasta el último de los que te rodean. Sin darse cuenta de que, al tiempo que te inundan de motivos que puedes rebatirles con ejemplos prácticos (de ellos incluso), matan la complicidad y la competencia. ¡Ya no hablamos de la pasión! Razones bastante más importantes que una mierda de cuernos. 


Nos vendría de miedo hacer un poquito lo que nos diera la santa gana. A todos. A mí pasear sobre los tacones de vez en cuando y que venga otro chulito de turno a intentar tirarme de ellos. Sí, otro. En casa tengo al mejor, pero quiero otro. Déjame que me divierta. Deja que sea otro el que se sorprenda porque huelo a ámbar, tengo un piercing en el ombligo que no enseño y que escondo el delirio que ya hubiera querido para sí Linda Lovelace.  Y entonces te seré leal. La más honesta y leal de todas. Porque si después de todos estos pecados perpetrados por uno y otro lado, seguimos juntos... No me cabe la menor duda de que somos la pareja perfecta. Y yo soy "Miel" cada vez que me meto contigo en la cama. 





miércoles, 15 de febrero de 2012

Cerebro sexy

Nunca tuve la suerte de poseer uno de esos cuerpos divinos que provocan que a tu paso se den la vuelta a mirarte. Siempre he tendido más hacia la flacidez de mis carnes bien repartidas en un metro setenta y cinco de estatura, que a las curvas fielmente esculpidas que se me presuponían al primer vistazo. Porque lo que no me ha dado la madre naturaleza, ya me he encargado yo de simularlo. Inconformista que es una. 

El caso es que por mucho que me hubiera empeñado (y mira que lo hubiera disfrutado), nunca jamás pude ser la tía buena que ligaba solo por su cara bonita... y de paso por el lomazo que tuviera. A mí se me quería más al ratito que al principio, que encima soy muy de llegadas aceleradas o estridentes. Caigo mejor en los postres que en el aperitivo; dame tiempo para que te ronde; déjame que te seduzca y haz todo lo posible por seducirme. Y oblígame a que me lo curre. 

Con 15 es una gran putada. A los 40 es el resultado de años luchando contra los estereotipos de "mujer perfecta". Y aquí tengo que ser la mejor. Ni la publicidad ni el cine me lo ponen fácil;  no olvidaré nunca que lo mejor que saqué de la película de Julio Medem "Habitación en Roma" es ver a sus dos protagonistas totalmente en pelotas todo el metraje. Que mira que están buenas Elena Anaya y Natasha Yarivenko, penita que ni los diálogos ni la relación me abrieron las carnes. Y llegó un momento que deseaba que acabara porque ni siquiera me calentó como algunas películas de porno bueno. 


Así que agradezco haber sido demasiado alta para mis 15, demasiado redondita para mis 20, absolutamente rotunda para mis 30 y perversamente vulgar para mis 40. He llegado a la conclusión de que lo mejor que me puede decir un tío en la cama después de follarme como si no hubiera un mañana no es lo mucho que le gustan mis tetas. Sobre todo porque pretendo seguir follando así cuando mis tetas ni siquiera merezcan mención. Asumo que nada me puede satisfacer más que, justo cuando dé el último resoplido, suelte fingiendo que está solo: "tienes un cerebro sexy". Fijo que si dice eso no me quedará otra que lamerlo de nuevo... Todo enterito. 

sábado, 14 de enero de 2012

Agenda para amantes

   No tenemos amantes por lo complicado que es llevar esa agenda. Si total, ya no llegamos a cuadrar los horarios de nuestros hijos con los del trabajo, la casa, el Canalla que tenemos y queremos seguir teniendo, el mercado, zapatero o pescadero. Que encima somos de ideas fijas y nos sigue tirando el barrio. Unir a un par de noches de asueto, liberación pactada con el ex o el actual que lo mismo es un fin de semana sí y otro no que una noche a la semana. El caso es salir de casa bien guapa ¡oh sí! Y con suerte terminar en la taberna que te gusta única y exclusivamente con las que quieres estar. Ni una más, por favor, a estas citas sorpresistas las justas. 

  Únele a todo eso echarte un amante. Que te va a chiflar, tonta. ¡Pues claro que te va a chiflar! A quién no le chifla un tipo nuevo en su vida cuyo único propósito es hacerte feliz, lucirte divina, tocarte el culo por la calle y convertirte en la reina de los mares. Ése que te escucha cuando hablas, le gusta tu criterio y que, si no coincide contigo, se busca mil triquiñuelas dialécticas antes de pegarte un bocinazo y cagarse en todo lo que parió. Un hombre que seguro además cuadra a la perfección físicamente con lo que te puede gustar ver a tu lado en la próxima fotografía que cuelgues en Facebook, que ya que es un amante eliges con gusto y precisión. Y si no, fijo que tiene algo que te vuelve loca, ya sea un coco privilegiado o una entrepierna cargada de imaginación. De esa que, sí confiesa, habías recreado en la ducha..

  Hazle hueco en la agenda. Venga, valiente. Pero al menos reconoce que lo único que has encontrado es un hombre que es muy parecido a lo que tienes en casa antes de que te entraran ganas de tener un amante. 

  Si no de qué te echaste un amante; con el estrés de agenda que tienes...