La discusión de si un hombre y una mujer pueden ser sólo amigos sin ser amantes me apasiona. Me chifla presenciar y participar en ella cada vez que se presenta la ocasión; me lo paso pipa. Me encanta escuchar la frase de "Por supuesto que sí, yo con mi amigo Fulanito jamás he follado. ¡Sólo somos amigos!. Me parto. Porque como el Fulanito sea un quesazo y encima se lleve bien con ella, no me cabe la menor duda de que se han acostado. Puede que no sean amantes ni se líen esporádicamente. Incluso admito que no se hayan vuelto a acostar jamás. Pero a las mujeres nos encanta la belleza, nos sentimos más guapas cuando nos acostamos con un hombre guapo y por supuesto... ¡nos gusta el sexo! No sé por qué no lo admitimos e incluso lo criticamos cuando es un hombre el que reconoce que no puede existir la amistad entre él y las mujeres que están en esa categoría. ¡Maldita religión católica!
Uno de mis mejores amigos, y tengo pocos, es el hombre que menos veo de todos los demás, con suerte, dos veces al año. Es el hombre al que más admiro intelectualmente, por encima de cualquiera de los que están o han estado. Y la única persona a la que no he mentido jamás. Si eso no es una buena definición de lo que significa para mí la amistad, no puedo ofrecer otra. Se sabe toda mi vida sin ese personaje que tengo tan bien fabricado y es el único que no se empeña en que lleve minifalda cortísima sin medias de 50 Den, asegurándome que estoy acomplejada o sacándome a relucir cualquiera de mis delirios. Con lo estudiada que me tengo…
Y seguro que lo que nos pasa a nosotros le pasa a un buen puñado de mortates: Nos liábamos cada vez que nos veíamos. Sólo nos acostamos una vez y después de muchas citas, tardes enteras en las que hablábamos, alguna que otra noche de copas y mucha tertulia. Pero no he sido tan sincera con nadie en mi vida, tampoco con una mujer. Porque sólo a él no le he disimulado jamás, ni atenuado, ni minimizado ninguna reflexión, maldad o confesión… Y las tengo realmente inconfesables. Se las sabe todas. Hace 24 años que nos conocemos y por lo menos 20 que somos amigos y no nos hemos peleado ni una sola vez. Ni una.
Sería sin lugar a dudas mi hombre perfecto. Y lo es. Pero para llegar hasta aquí nos hemos conocido, gustado, acostado y seguido hablado, queriendo y viendo. Sin más sexo que aquella vez, cierto. Pero nos acostamos. Fue importante en nuestra relación aunque no más que el resto de las situaciones que nos unen. Y afortunadamente nuestra vida sexual ha seguido evolucionando y no hay nada como hacer terapia cada vez que nos vemos para contarnos aventuras y desventuras de cada uno de nosotros. Está claro que yo soy infinitamente más explícita en mis relatos, él es un señor.
Y sé por qué, con honestidad, funcionamos tan bien. El truco está en no ser pareja, sólo amigos. Seguiremos así de bien si no caemos jamás en la tentación de creernos los más listos, los protagonistas de un relato aún más cinematográfico que el que filmamos desde hace tiempo, dándole única y exclusivamente importancia a lo que es importante: Nos queremos, pero no nos amamos.
Eso sólo puede pasarme con un hombre que es mi amigo, al que por supuesto me he tirado. Aunque sólo sea una vez.
¿Me lo iba a perder?