Normalmente vivo rodeada de hombres; siempre ha sido así y me gusta. Lo bueno es cuando me doy cuenta de que tengo algunas cosas en común con ellos que me alejan indefectiblemente de las de mi sexo.
Pero nunca pensé que podía pasarme con el ocio.
No sé si me apunté a disfrutar del fútbol porque no me quedaba otra o porque tiendo a intentar rascar algo positivo en las cuestiones laborales. Y yo empecé haciendo información deportiva. Así que no me quedó otra que aprenderme los nombres de aquellos tipos en pantalón corto a los que iba a ver todos los días al entrenamiento y de los que después hablaba en mis crónicas para los informativos de TVE y el programa "Grada Cero", obra y gracia de mi primer jefe del que tanto aprendí como persona y como futura periodista: el siempre admirable Luis Miguel López. Ahí empecé a pasármelo bien; sobre todo porque encima me moría por Rafa Alkorta...
Cada vez que sale el tema del fútbol mis compañeros, conocidos o desconocidos, no pueden evitar sorprenderse de que yo tenga mi propia opinión al respecto o que comente la penúltima jugada de uno u otro equipo con la misma determinación con la que hablo de zapatos, menús, fiestas intempestivas o sinvergonzonería política. Bueno, esto último desde que quieren eliminar de la faz de la tierra a Baltasar Garzón me saca más de mis casillas que la cagada de Higuaín en el partido frente al Lyon. Que ya es decir. Reconozco que no sé mucho de fútbol, pero soy buen público. Y como vivo rodeada de hombres (los cámaras son mayoría masculina y Mi Canalla y todos sus amigos son futboleros de libro), me alimento de muchas de sus enseñanzas, moldeándolas a mi antojo y reproduciéndolas en el momento justo. Siempre fui una chica lista. Eso y que en mi casa se monta un sarao futbolero cuando menos te lo esperas porque nunca pongo pegas y araño en el frigorífico lo que sea con tal de que se esté a gusto en mi casa viendo cómo la quiniela se convierte en la última esperanza de vida de toda la gente que quiero.
Pues parece que el resto de mujeres del planeta no están tan dispuestas.
Los cámaras con los que trabajo se quejan cuando me escuchan de que sus mujeres, novias y madres no están tan dispuestas como yo a que en sus casas se vean todos los partidos de fútbol. A mí no me importa, la verdad. Creo que la televisión embrutece demasiado y la utilizo como mero soporte para ver sólo lo que realmente me interesa: "House", "Mad Men", alguna película de Satélite Digital, los informativos de TVE (el resto me producen náuseas) y por supuesto fútbol. Y me río. Me lo paso maravillosamente bien comprobando cómo un deporte puede crear tanta pasión, tanta literatura y tanta devoción en las personas que quiero y están conmigo. Si hasta Mimoco ya tiene dos equipaciones y se lleva las manos a la cabeza arrastrado por el ímpetu de los adultos que vociferan "Gooool" y celebran las hazañas de Ronaldo o Messi. Afortunadamente, Mi Canalla es madridista, pero no gilipollas, y cuando un jugador de cualquier otro equipo hace una genialidad es capaz de levantarse, aplaudir sinceramente y reconocer que, si bien algunos creen que existe Dios, para él debe calzar unas botas de fútbol. El caso es que conozco a demasiados hombres que echan de menos tener complicidad con sus parejas y poder ver todos los partidos que les gustaría.
Y a mí me sorprende.
Me sorprende porque más allá de la supuesta masculinidad del fútbol, lo incómodo de las reuniones de amigotes frente al televisor cuando juega el equipo de sus amores y de la intensidad con la que se puede vivir un domingo (desde hace un par de semanas se alarga hasta el lunes)... El fútbol puede ser una excusa perfecta para ser lo suficientemente feliz con tu pareja. No conozco ni a un solo forofo que no se derrita si le regalas dos entradas para ese partido con el equipo rival de turno que, cómodamente, ya se pueden comprar por internet. Me quita muchos problemas en el tema de los regalos: es muy difícil acertar cuando regalamos algo a los tíos porque tendemos a regalarles algo que nos gustaría tener a nosotras. Y a ellos normalemente les importa bastante poco lo mal que le va a Dan Drapper...Evidentemente esas entradas no son ni mucho menos para acompañarle al campo; lo disfrutará mucho más si va con ese colega con el que tanto habla de hasta dónde puede llegar la Selección en el Mundial de Sudáfrica, o de la suerte que hemos tenido de que Inglaterra, le pese o no a Capello, no tiene un buen portero para aguantar mucho. No te quiero ni contar si encima es de esos cuarentones maravillosos que siguen reuniéndose para echar un partidito una tarde a la semana, despotricar en el campo, comprobar que ya no llegan a marcar a los más jóvenes y desternillarse de risa en las cañas posteriores rememorando épocas pasadas de gloriosas hazañas barriobajeras cuando jugaban en la liguilla de barrios y llegaban a los partidos con el rezumo a alcoholazo de la noche anterior. Se lo pasan teta. Y eso siempre es sano para nosotras, quienes nos quedamos en casita tranquilamente todos los viernes por la tarde pintándonos los morros esperando a que regresen de su partidillo semanal, subirnos a los 11 centímetros de tacón y salir de juerga con quien más nos apetezca esa semana. Vienen tan reventados de trotar por el campo de césped artificial que alquilan al Ayuntamiento que hasta les encanta que nosotras desaparezcamos. No sacarle partido al partido es un gran error.
Así que no me queda otra que me chifle el fútbol. Por todo esto y porque creo que me costará decenios eliminar de mi cabeza la imagen más excitante de cuantas me ha reportado la caja tonta en estos 37 años de convivencia: Zidane intercambiándose la camiseta con Figo en el pasado Mundial de Alemania. Nunca he deseado tan encarecidamente que me repitieran una jugada; lástima que el realizador de televisión no le diera la misma importancia... Lástima.
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