Me gustan los famosos que escapan de los focos en su vida privada. Son pocos, pero existen. A veces ni siquiera nos damos cuenta de que están más que cuando su nombre irrumpe en mitad de la portada del periódico y nos recuerdan a todos que otra forma de fama es posible.
Y mira que la televisión nos lo pone cada vez más difícil. Basta con echar un vistazo a las curvas de audicencia de cualquier programa, ese tríptico amado y odiado por todo director de programa que se precie y que intentamos despreciar el resto de los curritos pero del que dependemos todos y cada uno de nosotros. He sido testigo de auténticas sentencias de lo más pueriles dictaminadas por hasta el apuntador. Porque todos sabríamos qué hacer para combatirlas pero ninguno acertamos cuando viene el caso. El que decide, el que manda, el que tiene el dominio suele ser el más mediocre y eso me da mucho miedito.
Julián López, "El Juli", no es amigo ni de entrevistas ni de hablar en público más allá de su trabajo: los toros. Acertadamente, Roberto Domínguez lo tomó en sus manos para alejarlo de los focos siempre insidiosos de paparazzi, cotilleos, amistades superfluas y demás vainas y lo centró en lo que debía centrarlo: el albero. "EL Juli" dejó poco a poco su diminutivo tras el burladero para plantarse en mitad de la plaza como quien es: Julián López y ganarse el respeto del respetable que lo aúpa a hombros en la Puerta del Príncipe saldando cuentas históricas; el mismo que lo espera anhelante en La Grande de Las Ventas. Todo en un año en el que, recordémoslo, también estarán José Tomás, El Cid, Sebastián Castella y esperemos que la espalda permita a José María Manzanares. Pedazo de San Isidro.
3 semanas me ha costado convencerlo para que me permita ir a su finca en Extremadura con un equipo de televisión a hacerle un reportaje previo a San Isidro para que me cuente cómo está el madrileño antes de regresar a su plaza. 3 semanas de llamadas a un exquisito Roberto Domínguez con el que da gusto hablar por lo bien amueblada que tiene la cabeza, por lo bien que maneja los hilos, por lo seguro que está de la profesionalidad de su chico. 3 semanas que he trabajado segura y despacito, convenciéndoles de que su vida privada no me interesa lo más mínimo, de que será una charla distendida y de amigos, de que sólo quiero que sus paisanos lo vean un poco más relajado que cuando cope las portadas de todos los demás informativos y medios de comunicación. Y finalmente los dos han accedido. Me dejan ir a Olivenza a hacerla, siempre y cuando sea un día determinado al que yo me he plegado sin rechistar y sin cuestionar. Como diga, Maestro. Es un honor; se lo aseguro.
Pues no.
No porque en la cadena en la que trabajo no quieren que salgamos de las lindes del cortijito. Al parecer algún osado se fue de viaje a Zaragoza y después pasó tan ricamente las dietas; todo por hacer un reportaje que empezaron a las 9 de la mañana y acabaron a a las 9 de la noche y por el que producción tuvo que desembolsar 50 € en dietas más la gasolina del vehículo. Y claro, no hay pasta para semejantes dispendios. Con lo bien que se está haciendo reportajes en Navacerrada, que está casi en la puntita pero aquí al lado, aunque sea de chocolate con churros en la pastelería de la estación, pero no yéndonos tan lejos a entrevistar a un torero madrileño que vive alejado de los focos de superestrella... Si total, seguro que en Madrid tenemos alguno más a mano... Que 50 € en dietas para el equipo (cámara, ayudante y redactora) y la gasolina de ese ida y vuelta es un pastón. Pero de los buenos.
Además, ¿no vive aquí la ex de otro torero, mucho más mediocre pero mucho más mediático, que cada vez que abre la boca se disparan los audímetros, hunde las curvas de todos los demás programas y alza la suya hasta la andanada? ¡Pues qué coño! Seguro que disimulando podemos sacar tajada si nos acercamos a esa famosa puerta de metal rojiza de San Blas desde la que se asoma la elementa, que si bien no es la del Principe, la guía hasta la mitad de la plaza para que tengamos que lidiarla... No vaya a ser que por un día los toros sean los que dan las cornadas a la hora de la merienda y no los insultos que vocifera ella. Por no decir lo baratito que nos sale el viaje, que San Blas está a dos patás. Y, aunque no me han dicho (aún) que cambie un tema por otro, en esos despachos "de arriba" saben la fórmula exacta para pelear por la audiencia; todo es que les dejen de una vez por todas hacerlo. Ellos por lo pronto no me dejan ir a la casa de "El Juli".
Qué asco de profesión. Pero qué asco.
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